Bautismo

En verdad, en verdad os digo: nadie puede entrar en el reino de Dios sin nacer de agua y del Espíritu. (Juan 3:5)

El sacramento del bautismo nos introduce en la vida divina, nos purifica del pecado y nos inicia como miembros de la comunidad cristiana. Es el fundamento de la vida sacramental. En el bautismo, quien preside ora sobre el agua:
Padre, mira ahora con amor a tu Iglesia y abre para ella la fuente del bautismo. Por el poder del Espíritu Santo, concede a esta agua la gracia de tu Hijo, para que en el sacramento del bautismo todos los que has creado a tu imagen sean purificados del pecado y resuciten a un nuevo nacimiento de inocencia por el agua y el Espíritu Santo. (Iniciación Cristiana de Adultos, #222A)

Liberado del pecado

El bautismo nos libera de la esclavitud del pecado original y actual. Se vierte agua en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Hoy en día, el sacramento del bautismo se administra a menudo a los bebés, poco después de nacer. Los bautismos de adultos tienen lugar en la Vigilia Pascual mediante el Rito de Iniciación Cristiana para Adultos, restaurado. Los adultos o niños que han sido bautizados en una iglesia cristiana válida no son bautizados de nuevo en la Iglesia católica. Como decimos en el Credo de Nicea: «Confieso que hay un solo Bautismo para el perdón de los pecados…». El Catecismo enseña: «El fruto del Bautismo, o gracia bautismal, es una rica realidad que incluye el perdón del pecado original y de todos los pecados personales, el nacimiento a la nueva vida por la cual el hombre se convierte en hijo adoptivo del Padre, miembro de Cristo y templo del Espíritu Santo. Por este mismo hecho, la persona bautizada se incorpora a la Iglesia, Cuerpo de Cristo, y se hace partícipe del sacerdocio de Cristo» (CIC 1279).

Símbolos bautismales

Agua – Las aguas del bautismo recuerdan el bautismo de Jesús por Juan el Bautista en el río Jordán. El agua simboliza la purificación y la renovación al comenzar una nueva vida en Cristo. Somos purificados del pecado. Aceite – En el bautismo somos ungidos en la vida de Cristo como “sacerdote, profeta y rey”. Se traza una cruz en la frente del candidato como recordatorio de que somos herederos del Reino de Dios. Luz – El cirio bautismal se enciende con el cirio pascual que se encuentra en la iglesia como señal de la luz de Cristo en el mundo. En el bautismo, recibimos la luz de Cristo y somos llamados a compartirla con el mundo. Vestidura blanca – La vestimenta blanca que se nos coloca en el bautismo simboliza la victoria de Cristo sobre la muerte y su gloriosa resurrección. Asimismo, la vestimenta blanca o paño mortuorio que se coloca sobre el ataúd al morir recuerda nuestras promesas bautismales y nuestro destino a la vida eterna.
Si bien en circunstancias ordinarias, los sacramentos en la Iglesia Católica son administrados válidamente por un miembro del clero ordenado, en una situación de emergencia, el sacramento del bautismo puede ser administrado por cualquier persona. En caso de necesidad, cualquier persona puede bautizar, siempre que tenga la intención de hacer lo que hace la Iglesia y que riegue agua sobre la cabeza del candidato mientras dice: «Yo te bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo» (CIC 1284).